Las manifestaciones, acampadas y movilizaciones estaban bien vistas por una parte de la población, sin embargo, también estaban mal vistas porque para algunos políticos no eran más que una
muestra de fuerza de unos perroflautas.
Algunos colectivos adoptaron el apodo de “flautas”, incluso apareció el caso de un “curaflauta”.
Los jubilados que protestaban decidieron organizarse y, en la costa mediterránea, adoptaron el nombre de “yayoflautas” o “iaioflautas”.
Es así como me convertí en iaioflauta.